Políticos y economistas, hablan del mercado en forma eufemística, como de algún ente al que no hay que asustar y al que por todo lo contrario, debemos mantener siempre bien regalado.
Nos pasa algo parecido con ese término que utilizamos tan distraídamente, el Catalanismo.
Una simplona mirada a cualquier diccionario para escolares, se refiere al catalanismo como algo relacionado con el modo propio de hablar de los catalanes, o con el amor o apego a las cosas características o típicas de Cataluña.
Dicha definición no dista mucho de la definición de Nacionalismo, al que se define como apego de los naturales de una nación a ella y a cuanto le pertenece. Se amplia la definición de nacionalismo, como Ideología que atribuye entidad propia y diferenciada a un territorio y a sus ciudadanos, y en la que se fundan aspiraciones políticas.
Podríamos definir el catalanismo como una forma autóctona de nacionalismo, que podemos circunscribir dentro de Cataluña.
Cuando Artur Mas propone refundar el nacionalismo, acercándose para ello al PSC y ERC, no lo hace pensando en coros y danzas, literatura o paisaje, lo hace claramente pensando en su transversal objetivo común, el de ´´construir País´´.
Los defensores del catalanismo, defienden la necesidad de asumir el liderazgo en Cataluña, en lo que ellos llaman refundación del catalanismo, apartando las contradicciones que puedan tener por pertenecer a diferentes partidos y aglutinando desde independentistas hasta a nacionalistas moderados.
No todos los catalanes quieren vivir dentro de esa ´´ casa grande del nacionalismo´´, rotundamente no.
Es nuestra responsabilidad como ciudadanos, el reaccionar ante el atropello que supone el querer imponer un sistema que protege a los que se colocan bajo su paraguas y que discrimina al resto.
En el panorama político nacional, no hay ni Gobierno ni oposición. Pero en Cataluña no hay ni Gobierno, ni oposición, y además padecemos de menos sentido de Estado, si cabe.
Hemos de apostar por una alternativa a nivel nacional, que a la vez es alternativa en Cataluña. Necesitamos un partido inequívocamente nacional.
Nos pasa algo parecido con ese término que utilizamos tan distraídamente, el Catalanismo.
Una simplona mirada a cualquier diccionario para escolares, se refiere al catalanismo como algo relacionado con el modo propio de hablar de los catalanes, o con el amor o apego a las cosas características o típicas de Cataluña.
Dicha definición no dista mucho de la definición de Nacionalismo, al que se define como apego de los naturales de una nación a ella y a cuanto le pertenece. Se amplia la definición de nacionalismo, como Ideología que atribuye entidad propia y diferenciada a un territorio y a sus ciudadanos, y en la que se fundan aspiraciones políticas.
Podríamos definir el catalanismo como una forma autóctona de nacionalismo, que podemos circunscribir dentro de Cataluña.
Cuando Artur Mas propone refundar el nacionalismo, acercándose para ello al PSC y ERC, no lo hace pensando en coros y danzas, literatura o paisaje, lo hace claramente pensando en su transversal objetivo común, el de ´´construir País´´.
Los defensores del catalanismo, defienden la necesidad de asumir el liderazgo en Cataluña, en lo que ellos llaman refundación del catalanismo, apartando las contradicciones que puedan tener por pertenecer a diferentes partidos y aglutinando desde independentistas hasta a nacionalistas moderados.
No todos los catalanes quieren vivir dentro de esa ´´ casa grande del nacionalismo´´, rotundamente no.
Es nuestra responsabilidad como ciudadanos, el reaccionar ante el atropello que supone el querer imponer un sistema que protege a los que se colocan bajo su paraguas y que discrimina al resto.
En el panorama político nacional, no hay ni Gobierno ni oposición. Pero en Cataluña no hay ni Gobierno, ni oposición, y además padecemos de menos sentido de Estado, si cabe.
Hemos de apostar por una alternativa a nivel nacional, que a la vez es alternativa en Cataluña. Necesitamos un partido inequívocamente nacional.
Javier Díaz
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